jueves, 22 de octubre de 2009

Ayer me pasó algo.

Ayer me pasó algo, no se con qué palabra catalogarlo, ¿extraño?, creo que mejor le queda 'singular'.
Ayer me pasó algo singular.
Me sentí feliz, sólo por estar viva y por hacer lo que hago. Estaba radiante, incontenible. El sol brillaba alegremente, sin calor, sin frío. Iba tarde a clases, pero no me importaba porque estaba muy ocupada sintiéndome feliz.
Obviamente es extraño, o singular, y no me contradigan porque saben que es cierto, el masoquismo es biológico. Aún sigo así y sólo ruego porque mi inevitable insastifacción humana no me robe este hermoso bienestar.

Ahora, moviendo el reloj unas horas más tarde, en la tarde.
Me encontraba en una sala de ensayo de Rock&Folk acompañando a mi jefe en la grabación de un documental que está haciendo, estaba ahí para aprender y ver cómo se hace esa vaina.
Dos camarógrafos cargados con unas digitales, me hubiera gustado ver la imagen o preguntar más datos acerca de su capacidad pero me daba mucha pena, montaron una luz que apagaron al rato ("Señor Miguel ¿por qué apagaron la luz?-  "No era necesaria"- ).
Comienza el ensayo. Tuve el honor de observar en primera fila a Prisca Dávila, excelente música de buenos músicos. Mientras mis oídos disfrutaban, mis ojos detallaban el movimiento de los camarógrafos y sus objetivos, más que todo era a Prisca en su piano; pensaba en qué cosas me enfocaría yo al grabar, cómo trataría de sacarle provecho al hecho documental y las impensables situaciones que se podrían presentar. Mi jefe daba una que otra dirección, pero se dispuso más a disfrutar de la música.
De pronto, la hermana de Prisca sitúa una tabla de madera en el piso y se coloca zapatos de flamenco, le tocaba ensayar una de las canciones donde aparece bailando; la graban, pero logré notar que la bailarina aún no estaba totalmente caliente, por lo que se equivocaba a menudo. Pasó un rato y al tocarle ensayar de nuevo, pasó algo que no se cómo explicar pero trataré.
La bailarina tenía que conformar su coreografía, pero bien saben que mucho de la misma es improvisación, no se si han tenido la oportunidad de observar a alguien bailando flamenco, pero algunas veces logran alcanzar un momento donde la persona se pierde a sí misma y sólo existen los pasos y la pasión, todo tiene ritmo, todo concuerda, todo es bello y bellamente hecho. Todos los ojos iban a esta mujer, que a la marca de una guitarra y unos golpes de mano iba creando su zapateada música. Logré salir de mi hipnosis para observar a los demás y todos estaban igual que yo, como si estuvieran observando algo más que un baile. Ni con un millón de palabras, ni con una foto, podría describir la cara del flautista. Era como si la adrenalina de la bailarina entrara a través de la mirada en el cuerpo y todo lo que uno quiere hacer es echar un grito gitano, entrar a bailar o para los menos ágiles, palmear al ritmo. Supongo que eso es a lo que le dicen El Duende.
Lo que me llamó la atención en realidad fue que a pesar que había cámaras, las personas a cargo no las tenían grabando. Ese mágico momento sólo quedó registrado en la memoria de los presentes. Pero no documentado. ¿Qué cosas no, Sr. Miguel?.

1 comentario:

Luis Enrique Medina dijo...

Coye vale! No sabía que tenías un blog XD! Te estaré leyendo... Te cuidas amiga por siempre!